jueves, 5 de octubre de 2017

Fracaso de los líderes


 II Parte


Fracaso de los líderes

Las habilidades de la inteligencia emocional son sinérgicas respecto de las cognitivas y los trabajadores "estrella" tienen unas y otras. Porque el hecho es que, cuanto más complejo sea un determinado trabajo, mayor es la importancia de la inteligencia emocional.
Las competencias emocionales resultan especialmente importantes en el campo del liderazgo, que apunta a lograr que las personas lleven a cabo su trabajo del modo más eficaz posible. Es por esto por lo que la ineptitud emocional de los jefes consume tiempo, genera roces, desalienta la motivación y el compromiso, fomenta la hostilidad y la apatía y, en suma, provoca un menoscabo en el rendimiento laboral de los trabajadores. De este modo, las fortalezas y debilidades de la competencia emocional de un jefe pueden medirse, respectivamente, con el pleno aprovechamiento o el mal uso del talento de sus subordinados.

Cerca de la mitad de las habilidades que necesitamos son de orden técnico  pero el resto tienen que ver con el dominio '"blando" de la inteligencia emocional, un dominio cuya importancia resulta excepcional para el desempeño de los trabajadores "'estrella. Las habilidades técnicas son menos importantes cuanto mayor es el nivel del trabajo que hay que realizar y, en cambio, las competencias propias de la inteligencia emocional adquieren mayor relevancia.

 

Las competencias emocionales más relevantes para el éxito caen dentro de los tres grandes grupos siguientes:
• Iniciativa, motivación de logro y adaptabilidad.
• Influencia, capacidad para liderar equipos y conciencia política.
• Empatía, confianza en uno mismo y capacidad de alentar al desarrollo delos demás.





 Los jefes de departamento dotados de estas cualidades suelen superar un 15 y un 20% en sus estimaciones de rendimiento laboral mientras que los que carecen de ellas suelen quedar un 20% por debajo de ellas.


“El director general de cierta empresa —una de las más importantes de su sector—  confesó la razón por la cual, en lugar de ascender al jefe de contabilidad —que llevaba muchos años trabajando en la empresa—, acabó despidiéndole: «Tenía un talento extraordinario —dijo—, era intelectualmente brillante y poseía una mente muy incisiva, era un auténtico mago con los números. Por ello, a fin de cuentas, era jefe de contabilidad.

»Pero a pesar de todo ello, hubiera sido un pésimo jefe, porque no era una persona especialmente agradable sino que solía mostrarse brusco y desconsiderado. Y en la interacción con los grupos se mostraba torpe, carecía de toda sensibilidad e incluso adolecía de toda vida social, hasta el punto de que, a los cuarenta y cinco años, se hallaba completamente solo, no tenía amigos y pasaba todo el tiempo trabajando. Era, en suma, una persona unidimensional, razón por la cual acabé despidiéndole.

»Si sólo hubiera poseído el 5% de las competencias emocionales, hoy en día seguiría en su puesto de trabajo.»

 

Las ocasiones en que hay que mostrarse duro
 A decir verdad, el liderazgo a veces exige cierta dureza. El arte del liderazgo consiste también en saber cuándo debemos imponernos —y amonestar a alguien por su bajo rendimiento, por ejemplo— y cuándo debe mosmostrarnos más amables y emplear formas menos enérgicas de orientar y
dirigir a los demás.
Hay ocasiones en que el liderazgo exige asumir decisiones difíciles. A fin de cuentas, alguien debe decirle a la gente lo que tiene que hacer, conseguir que cumplan su cometido y ser muy claro con respecto a las consecuencias que comporta el incumplimiento de sus obligaciones. Así pues, no todo se reduce a la persuasión, la búsqueda del consenso y el resto de las artes de la influencia porque en ciertos momentos hay que recurrir a la autoridad para lograr que la gente se ponga en marcha.
Uno de los errores más típicos de los líderes —desde los supervisores hasta los altos ejecutivos— es la incapacidad de mostrarse enérgicos cuando la ocasión lo requiere. En este sentido, la negligencia constituye un verdadero obstáculo, como ocurre, por ejemplo, cuando alguien se halla más preocupado por agradar a los demás que por hacer que cumplan con su cometido, en cuyo caso, en lugar de oponerse al bajo rendimiento, no hacen más que alentarlo.
Las personas que se sienten incómodas con el enfrentamiento y el enojo también tienen resistencias para asumir una actitud decidida cuando la ocasión lo requiere.

Características de Fracaso

Ø  Rigidez: Incapacidad para adaptarse a los cambios de la política de la empresa e incapacidad para asimilar o responder adecuadamente a la retroalimentación sobre los rasgos que deben cambiar o mejorar. Se trata, en suma, de personas que no han desarrollado la capacidad de escuchar y de aprender.
Ø  Relaciones muy pobres: Entre los factores más frecuentemente citados se hallan las críticas muy severas, la insensibilidad o las exigencias exageradas que terminan confundiendo a sus subordinados.
Estos rasgos demostraron ser verdaderos obstáculos hasta para los ejecutivos más brillantes y dotados. Cierto ejecutivo se refirió a un colega fracasado del siguiente modo: «Es un gran estratega y posee un elevado sentido de la ética pero desprecia a las personas y sólo sabe demostrar su inteligencia menospreciando a los demás. Son muchas las personas que han tratado de ayudarle a superar esta desventaja pero, hasta el momento, parece tratarse de un caso perdido».
Ø  La flexibilidad constituye el opuesto de la rigidez. «El liderazgo ágil y la capacidad para recurrir a diferentes estilos directivos con personas pertenecientes a todos los niveles de la empresa —desde los vendedores hasta la alta dirección— exigen una buena dosis de empatía y autocontrol emocional
Ø  Autocontrol: Los jefes que fracasan soportan mal la presión y tienden al mal humor y los ataques de cólera. El ejecutivo con éxito, por su parte, no pierde el equilibrio durante las situaciones tensas sino que aun en medio de la crisis, mantiene su serenidad, su confianza y su responsabilidad.
Ø  Responsabilidad: El grupo de los fracasados suele reaccionar defensivamente ante los errores y las críticas, negándolas, encubriéndolas o intentando descargar su responsabilidad sobre otras personas. Los triunfadores, por su parte, asumen sus responsabilidades, admiten sus posibles fallos y errores, toman medidas para solucionar los problemas y siguen adelante sin dar más vueltas a lo ocurrido.
Ø  Fidelidad: Los errores suelen estar ligados al exceso de ambición, el deseo de seguir adelante a expensas de los demás. Los directivos que triunfan más muestran, por el contrario, un profundo interés por las necesidades de sus subordinados y colegas y por las exigencias concretas de la tarea que estén llevando a cabo y conceden a todo ello más importancia que el hecho de tratar de impresionar a toda costa a su propio jefe.
Ø  Habilidades sociales: Los líderes que fracasan son poco empáticos y sensibles, y de este modo suelen exhibir un exceso de arrogancia, agresividad o prepotencia hacia sus subordinados. Y, aunque hay algunos que de vez en cuando se muestren encantadores e incluso parezcan estar interesados en los demás, esto termina revelándose como una mera fachada. Los directivos triunfadores, por su parte, se muestran empáticos y sensibles, y son considerados y respetuosos con todo el mundo, tanto superiores como subordinados.