La salud
mental es algunas veces referido como buen estado mental.
La salud mental en la infancia es
un aspecto muy importante y no siempre se le da la importancia que debiera,
además, es un componente integral y esencial de la salud, tanto es así que no
hay salud sin salud mental.
Para que los niños tengan una
buena salud mental se necesita que tengan una infancia sana y feliz, que
cuenten con una adecuada salud física y que tengan sus necesidades básicas y
emocionales cubiertas, lo cual hará que establezcan unas relaciones positivas
con los demás, que se sientan bien consigo mismos (autoestima) y que sean
capaces de aprender y hacer cosas nuevas.
Una buena salud mental temprana
en la vida será la base fundamental para tener una vida positiva en el futuro.
Cuando un niño tiene problemas de salud mental afectará a todos los campos, a
su comportamiento, a su rendimiento académico, a su manera de relacionarse…
Es muy
común oír a
la gente decir
que algunas personas
“tienen personalidad”, mientras otras “carecen de esta”. En el
sentido estricto de la palabra esta afirmación es incorrecta, pues la personalidad
es la
expresión social de
los rasgos de temperamento y manera de ser de un
individuo y, por lo tanto, todos tenemos una.
Sin embargo, al afirmar que
alguien tiene “una gran personalidad” se está afirmando que se trata de una
persona auténtica y con una gran seguridad en sí misma.
Quienes sobresalen por “tener
mucha personalidad” se caracterizan porque dicen, hacen y se muestran como son,
sin temor a las críticas o a la desaprobación de los demás. Y tal
característica es, en muy buena parte, el resultado de la aceptación y confianza
que sus padres les demostraron a lo largo de su vida.
Un niño verdaderamente aceptado
por sus padres, quien no ha sido presionado para ser distinto de lo que es, que aprende
más rápido de
lo que sus
capacidades le permiten y
no expresa algo
distinto a lo
que de verdad
siente, será uno
de esos individuos a quienes los
demás admirarán por su “gran personalidad”.
En teoría, todos los padres
afirmamos que aceptamos a nuestros hijos tal como son.
Pero la realidad es otra. Tenemos
grandes expectativas sobre cómo deben ser ellos y, sin
advertirlo, les trasmitimos
nuestros ideales forjados
con base en que
lo
que hemos aprendido es
importante para triunfar
en la vida. Infortunadamente,
un absurdo prejuicio (el cual
establece que las
cualidades fundamentales para
este propósito son belleza,
inteligencia y riqueza),
nos lleva a presionar a
los hijos para desarrollar esas
características a como
dé lugar. Y
al tratar de
moldearlos no los aceptamos por lo que son, sino por lo que
logren en torno a nuestras expectativas.
Si queremos
que los niños
desarrollen su potencial,
es fundamental tener
fe en
ellos.
A
veces los padres
creemos que ellos
no serán responsables
si no se los
recordamos a toda hora.
Pero educar no significa
repetirles todo lo
que deben hacer, ni atemorizarlos con
recomendaciones exageradas cuando
intentan vivir sus propias experiencias.
Es precisamente dejarlos
responder por las consecuencias de sus acciones
y decisiones como
desarrollarán las cualidades
que les permitirán confiar en sí mismos.
En resumen, “la personalidad” es
una manifestación de la autenticidad y seguridad interior de una persona. La
seguridad económica, tan valorada por la cultura actual, si bien
es ideal para
ofrecernos buenas comodidades
y oportunidades, no
puede comprar el bienestar emocional, la
autoconfianza y el sentimiento de
dignidad y de valor que se desprenden del apoyo emanados
del amor incondicional de los padres.
Por eso,
con razón afirmaba
Erich Fromm que “el amor es un acto de fe y quien tenga poca fe también tiene poco amor.
Fomente en su casa un ambiente de mucho apoyo emocional
• Esté seguro que su niño
tiene mucho amor, comprensión y apoyo.
• Ayude a su niño a
hablar de sus
sentimientos.
• Anime a su niño a tratar nuevas
cosas.
• Provea un lugar seguro
para que su
niño aprenda a ser
independiente.
•
Muéstrele a sus
niños maneras efectivas para resolver
problemas y conflictos.
• Permítale a su niño que resuelva
problemas por sí mismo.
•
Enséñele a su
niño ejercicios de respiración profunda para ayudarle a reducir el
estrés.
•
Enséñele a su
niño a apreciar y
respetar a otros.
•
Anime a su
niño aayudar a otros.
• Disciplina apropiada