El dominio incorrecto del estrés es un grave problema en nuestra sociedad. Se estima que, en la actualidad, el 70-90 por ciento de las consultas al médico en Estados Unidos se refieren a trastornos relacionados con el estrés3. En un estudio de diez años se demostró que las personas que no dominaban bien el estrés tenían una mortalidad 40 por ciento mayor que los individuos no estresados
Los niños también llevan hoy una vida más estresada. Ellos son las víctimas del ritmo frenético y acelerado de los adultos. Muchos padres trabajan más horas y permiten que el trabajo interfiera en sus vidas. El resultado es que cada vez más niños pasan una gran cantidad de tiempo con múltiples cuidadores.
Existe una presión constante para que logren éxitos académicos cada vez más jóvenes y, por tanto, la escuela es una gran fuente de estrés.. El hecho es que cada vez más niños comienzan la escuela en crisis, sin estar preparados cognitiva y emocionalmente para aprender. Al mismo tiempo, los educadores se enfrentan al desafío de unas mayores expectativas públicas a la vez que disminuyen sus recursos internos para poder desempeñar bien su trabajo.
A menudo confundimos los síntomas del estrés mal dominado en los niños con una conducta inapropiada que se debe corregir. Los profesores y los padres les regañan por actos que, en realidad, son reacciones al estrés y no una mala conducta intencionada. La situación se convierte en una espiral de reacciones de estrés consecutivas, atrapando al adulto y al niño.
A menudo confundimos los síntomas del estrés mal dominado en los niños con una conducta inapropiada que se debe corregir. Los profesores y los padres les regañan por actos que, en realidad, son reacciones al estrés y no una mala conducta intencionada. La situación se convierte en una espiral de reacciones de estrés consecutivas, atrapando al adulto y al niño.
Uno de los factores protectores más importantes para un niño: la presencia de al menos un adulto afectuoso y amable (idealmente varios) que le valore. Necesitan que los adultos sean anclajes estables que nunca les abandonen; también necesitan aprender, en casa y en la escuela, habilidades sociales y emocionales concretas, y necesitan tener muchas oportunidades para practicarlas, de forma que estén disponibles cuando las necesiten.

Cada vez más investigaciones sugieren que ayudar a los niños a desarrollar habilidades sociales y emocionales desde temprana edad afecta a su salud y bienestar a largo plazo. Los estudios han demostrado que su conducta y funcionamiento social y emocional comienzan a estabilizarse alrededor de los 8 años y pueden predecir su conducta y salud mental posterior. En otras palabras, si antes y durante sus primeras etapas de primaria aprenden a expresar sus emociones de forma constructiva y se implican en relaciones afectuosas y respetuosas es más probable que eviten la depresión, la agresividad y otros graves problemas de salud mental a medida que crezcan.
El trabajo de Goleman nos ha ayudado a los educadores a comprender la importancia de la inteligencia emocional como requisito básico para el uso eficaz del CI, es decir, del conocimiento y las habilidades cognitivas. Relacionó de forma más explícita nuestros sentimientos y nuestro pensamiento indicando las interconexiones fisiológicas entre las áreas emocionales y ejecutivas del cerebro; esto es importante puesto que están relacionadas con la enseñanza y el aprendizaje. En los lóbulos prefrontales del cerebro, que gestionan los impulsos emocionales, también reside la memoria de trabajo y es donde se realiza el aprendizaje. Ahora los educadores y los padres son más conscientes de que cuando la ansiedad crónica, la ira o los sentimientos de tristeza se inmiscuyen en los pensamientos del niño, la memoria de trabajo tiene menos capacidad para procesar lo que intenta aprender. Esto implica que, al menos en parte, el éxito académico depende de la capacidad del estudiante para mantener interacciones sociales positivas.
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