¿Cómo puede una persona con un nivel de inteligencia tan elevado llegar a cometer un acto tan estúpido?
La respuesta necesariamente radica en que la inteligencia académica tiene poco que ver con la vida emocional. Hasta las personas más descollantes y con un CI más elevado pueden ser pésimos timoneles de su vida y llegar a zozobrar en los escollos de las pasiones desenfrenadas y los impulsos ingobernables.
Esto se debe a la inteligencia emocional, características como la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y, por último —pero no. por ello, menos importante—, la capacidad de empatizar y confiar en los demás. A diferencia de lo que ocurre con el Cl.
Saber que una persona ha logrado graduarse con unas notas excelentes equivale a saber que es sumamente buena o bueno en las pruebas de evaluación académicas, pero no nos dice absolutamente nada en cuanto al modo en que reaccionará ante las vicisitudes que le presente la vidas.
Y éste es precisamente el problema, porque la inteligencia académica no ofrece la menor preparación para la multitud de dificultades —o de oportunidades— a la que deberemos enfrentamos a lo largo de nuestra vida. No obstante, aunque un elevado CI no constituya la menor garantía de prosperidad, prestigio ni felicidad, nuestras escuelas y nuestra cultura, en general, siguen insistiendo en el desarrollo de las habilidades académicas en detrimento de la inteligencia emocional, de ese conjunto de rasgos —que algunos llaman carácter— que tan decisivo resulta para nuestro destino personal.
Al igual que ocurre con la lectura o con las matemáticas, por ejemplo, la Vida emocional constituye un ámbito —que incluye un determinado conjunto de habilidades— que puede dominarse con mayor o menor
pericia. Y el grado de dominio que alcance una persona sobre estas habilidades resulta decisivo para determinar el motivo por el cual ciertos individuos prosperan en la vida mientras que otros, con un nivel intelectual similar, acaban en un callejón sin salida. La competencia emocional constituye, en suma, una meta-habilidad que determina el grado de destreza que alcanzaremos en el dominio de todas nuestras otras
facultades (entre las cuales se incluye el intelecto puro).
Hay un chiste infantil a este respecto que dice que no deberíamos extrañamos si dentro de unos años tenemos que trabajar para quien hoy en día consideramos «tonto». En cualquiera de los casos, en la tercera parte veremos que hasta los «tontos» pueden beneficiarse de la inteligencia emocional para alcanzar una posición laboral privilegiada.
pericia. Y el grado de dominio que alcance una persona sobre estas habilidades resulta decisivo para determinar el motivo por el cual ciertos individuos prosperan en la vida mientras que otros, con un nivel intelectual similar, acaban en un callejón sin salida. La competencia emocional constituye, en suma, una meta-habilidad que determina el grado de destreza que alcanzaremos en el dominio de todas nuestras otras
facultades (entre las cuales se incluye el intelecto puro).
Hay un chiste infantil a este respecto que dice que no deberíamos extrañamos si dentro de unos años tenemos que trabajar para quien hoy en día consideramos «tonto». En cualquiera de los casos, en la tercera parte veremos que hasta los «tontos» pueden beneficiarse de la inteligencia emocional para alcanzar una posición laboral privilegiada.
Existe una clara evidencia de que las personas emocionalmente desarrolladas, es decir, las personas que gobiernan adecuadamente sus sentimientos, y asimismo saben interpretar y relacionarse efectivamente con los sentimientos de los demás, disfrutan de una situación ventajosa en todos los dominios de la vida, desde el noviazgo y las relaciones íntimas hasta la comprensión de las reglas tácitas que gobiernan el éxito en el seno de una organización.
Las personas que han desarrollado adecuadamente las habilidades emocionales suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y más capaces de dominar los hábitos mentales que determinan la productividad. Quienes, por el contrario, no pueden controlar su vida emocional, se debaten en constantes luchas internas que socavan su capacidad de trabajo y les impiden pensar con la suficiente claridad.
La neurociencia nos enseña que el cerebro del niño experimenta un enorme crecimiento y no se detiene hasta la mitad de la veintena. Los científicos lo denominan neuroplasticidad y significa que el modelado de los circuitos cerebrales durante este periodo de crecimiento depende, en gran medida, de las experiencias diarias del niño. En esta etapa, estas influencias ambientales sobre el crecimiento del cerebro son particularmente poderosas para configurar sus circuitos neuronales sociales y emocionales. Por ejemplo, los niños que han sido bien educados y cuyos padres les ayudan a tranquilizarse cuando están nerviosos parecen desarrollar mayor fortaleza en los circuitos cerebrales para dominar la angustia; si su padres no les atienden es más probable que actúen siguiendo impulsos agresivos o que tengan problemas para tranquilizarse cuando estén alterados.
El niño puede interiorizar esta base segura si se le enseña a dominar mejor su ansiedad para que pueda concentrar mejor su atención. Esto también potencia su capacidad para lograr un entorno óptimo para el aprendizaje.
Crear un rincón de paz
Un rincón de paz o de tranquilidad es un lugar especial que se reserva para los miembros de la familia. Pueden visitarlo cuando necesiten tranquilidad y serenidad para restablecer el equilibrio interior y la sensación de flujo, y también cuando se sientan agobiados, estresados, enfadados o no puedan gestionar las emociones, es decir, en los momentos en que estar solo puede ayudar. Haga que la familia participe en el diseño de este espacio. Se puede incluir una fotografía del lugar tranquilo favorito del niño, elementos de la naturaleza, fotografías relajantes, música instrumental tranquila, diarios para escribir, libros para colorear, etcétera. El espacio debe ser lo suficientemente grande para que el niño pueda tumbarse, con cojines cómodos y un reproductor de CD con música relajante o grabaciones de sonidos de la naturaleza.
Si tiene niños pequeños, en lugar de un momento de descanso para usted ofrézcales un momento de descanso para ellos, un momento para tranquilizarse en este rincón.
Si tiene niños pequeños, en lugar de un momento de descanso para usted ofrézcales un momento de descanso para ellos, un momento para tranquilizarse en este rincón.
Enseñar la actividad de «autorrelajación»
Se puede utilizar cuando el niño está disgustado y necesita autocontrol. Enseñe a su hijo estos sencillos cuatro pasos (y pruébelos usted mismo).
Como recordatorio podría pegarlos en la pared del rincón de paz o de otras partes de la casa:
1. Repita mentalmente: «Para y mira alrededor».
2. Repita mentalmente: «Relájate».
3. Inspire profundamente por la nariz mientras cuenta hasta cinco, retenga la respiración mientras cuenta hasta dos, y después espire por la boca mientras cuenta hasta cinco.
4. Repita estos pasos hasta que se relaje.
1. Repita mentalmente: «Para y mira alrededor».
2. Repita mentalmente: «Relájate».
3. Inspire profundamente por la nariz mientras cuenta hasta cinco, retenga la respiración mientras cuenta hasta dos, y después espire por la boca mientras cuenta hasta cinco.
4. Repita estos pasos hasta que se relaje.
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