Proceso de toma de
conciencia
Para estudiar
este proceso podemos (siguiendo a A. N. Leontiev) analizar el proceso de asimilación
consciente en el aprendizaje. Cualquier contenido que se le presente al sujeto
puede quedar en relación con la conciencia como:
1.
Consciente.
2.
Ser
controlado por la conciencia.
En el primer
caso un contenido se hace consciente, aparece directamente presentado a la
conciencia de l@s sujet@s, cuando ocupa el lugar de objetivo de la acción
interna o externa de l@s sujet@s. El hecho de que un contenido sea consciente
no depende de las características de este contenido como estímulo (intensidad,
novedad, etc.) ni de los intereses de l@s sujet@s, sino que está determinado
porque es el objeto hacia el cual está directamente orientada la acción es el
objetivo consciente de la acción. Por ejemplo, un alumno está leyendo.
¿De qué toma conciencia en ese momento? Ante todo depende de lo que le
impulse a leer. Supongamos que por un motivo u otro su objetivo, sea comprender
el contenido de lo que está leyendo: el objeto de su conciencia entonces serán
las ideas expuestas en dicho material. Pero si el objetivo es buscar un tipo de
palabra (digamos, llanas con acento), el objeto de su conciencia será solo la
acentuación de las palabras y no las ideas expresadas.
Esto se demuestra entre otras cosas, por el conocido hecho de que para
mantener un contenido en calidad de objeto de la conciencia es necesario actuar
con respecto a él.
En el proceso de aprendizaje esto se expresa en que no todo lo que
el/la sujet@ asimila es consciente para él/ella. Por otra parte, no basta con
llamar la atención de el/la estudiante hacia
algo,
sino que es necesario que ese algo sea el objetivo de la acción de l@s sujet@s,
tanto externa como interna. Por eso la enseñanza tiene que estar dirigida a
organizar la actividad de forma que se tome conciencia de lo que queremos
enseñar.
Además ser importante discriminar de qué el/la sujet@ tiene
conciencia, debe distinguirse también qué contenidos son los que pueden ser
controlados por la conciencia. Esto podemos analizarlo si retomamos el ejemplo
anterior: cuando el/la estudiante lee un material, si bien el aspecto de
acentuación para ser hecho consciente tiene que ser objetivo de la acción,
puede ser controlado por la conciencia aun cuando se trate de comprender las
ideas que contiene el material, pues puede detectarse un error; por ejemplo, la
palabra silla con un acento.
¿Qué contenido
entonces puede actuar en forma de contenido conscientemente controlado? El
referido a operaciones conscientes y por tanto por las condiciones a las que
estas responden. Recordemos que las operaciones son las formas de realización
de la acción y no responden a los motivos de la actividad ni al objetivo de la
acción, sino a las condiciones en que se realiza la acción. Generalmente las
operaciones son elaboradas socialmente y para que cada sujet@ las realice y las
domine tiene que mediar un proceso de enseñanza-aprendizaje.
Son contenidos controlados por la conciencia aquellos que fueron
objetivos de acciones en un momento determinado y por su realización reiterada
o por subordinación a otras acciones más amplias se convierten en operaciones
de una acción más amplia.
Por ejemplo,
un/a alumn@ que al escribir deja las letras “a” y “o” sin cerrar (lo que hace
en cierta medida ilegible su letra). Esto se lo podemos señalar al alumno y
este comprender por qué no debe hacerlo. Pero cuando está escribiendo, sin
darse cuenta, comete el mismo error. Solamente si realiza una acción cuyo
objetivo sea precisamente cerrar las letras podrá llegar a corregir el error al
escribir. Una vez dominada la escritura correcta podrá llegar a corregir el
error al escribir. Una vez dominada la escritura correcta, se convierte en una
operación que ya no es consciente sino solo controlada por la conciencia.
El proceso de control por la conciencia es muy importante. La gran
cantidad de habilidades y conocimientos que el/la niñ@ obtiene en la escuela,
deber ser herramientas para abordar actividades y acciones cada vez más
complejas; pero no deben permanecer siempre en el plano actual de la
conciencia, pues la recargaría innecesariamente.
Por último, ¿qué es lo que condiciona, desde el punto de vista
psicológico una plena asimilación consciente en el aprendizaje? Para responder
a esta pregunta partamos de un ejemplo. Un/a estudiante estudia matemática.
Lo que le impulsa puede ser muy variado: puede ser porque si no
estudia no lo dejan salir; o porque quiere sacar el máximo en esa materia para
quedar bien con el/la profesor/a; tal vez quiere sobresalir en el grupo; puede
ser que la matemática esté muy vinculada con lo que piensa estudiar en el futuro.
Los resultados del estudio serán diferentes en cada caso por el grado de
toma
de conciencia, por la importancia que tengan para el ser humano los
conocimientos asimilados y por el lugar que ocupen dentro de la vida de su
personalidad.
De esto se desprende
el papel que desempeñan los motivos en el aprendizaje consciente. No basta con
el/la estudiante asimile la significación del objeto dado (tanto si lo hace
práctica o teóricamente); es necesario además, que él/ella logre una relación
adecuada con lo estudiado. Esto nos lleva a la educación de los motivos de los
sentidos, si no, esta asimilación es solo formal y temporal. Por ejemplo, el/la
estudiante para aprobar un examen se aprende e incluso aplica una determinada
ley teorema, etc. Sin embargo, como el motivo que dirige su actividad, que está
“detrás” de sus acciones, no es puramente cognoscitivo (pasar de año, etc.) al
cabo de un corto tiempo el/la sujet@ ni puede aplicar, ni recuerda
prácticamente dicho contenido.
Leontiev señalaba: “[...] lo decisivo es el lugar que en la vida del
individuo ocupe el conocimiento, si constituye para él/ella, una parte de su
vida real o solamente una condición externa, impuesta desde afuera.”
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